El orégano está sobrevalorado. Ya es hora de que alguien lo diga. Sazonando por encima del tomate está bien, pero no supera a la sal y a la pimienta, se pongan como se pongan. Lo mismo le pasó al cardamomo, pero éste incomprensiblemente ha triunfado. Quién crea que tiene otra función que la decorativa, que muerda una de las semillas de su copa y que siga bebiendo ese mismo sabor perfumado y opaco el resto de la velada.
Ahora es un must indispensable que combina a la perfección con cítricos, ginebras secas americanas y la dichosa Nørdic Mist. ¿Alguien es capaz de fechar el momento exacto en que la ginebra en nuestro país dejo de ser una bebida predominantemente de bingos y whiskerías (sí, whiskerías), de esclavas de oro; de viudas prematuras y camisas desabotonadas de pelambrera asomada, pasando a ser otro de esos artículos anhelados que se extienden con la velocidad de un riada complaciente?
Yo no, pero seguro que tuvo que ver con el efecto 2000, o la llegada del euro, o cuando Londres se erigió en capital de los juegos olímpicos con mucha antelación.
La estupidez puede medirse de infinidad de maneras, también por la inabarcable variedad de brebajes a lo largo de la barra del sitio de moda. Fabrique una botella distinta, a ser posible translúcida y con una forma singular, añada una pequeño y legendario texto de los aromas que conforman su interior, imprímalo en una grafía modernita, imitando a otra tradicional, multiplique exponencialmente el coste de su producto, prepárese para venderlo sin tino.
El combinado, ideado por el ejercito británico en la India como medida contra la malaria (contra el bebercio en sus filas, aún no se les ha ocurrido nada), se popularizó por nostalgia y alguna herida de guerra. Ahora a la que te despistas tus amigos te han apuntado a una cata de ginebra, o teorizas sobre el cubito de hielo, o participas en una cumbre de tónicas después de haber traficado con todas tus influencias durante una semana. A los amigos se les consiente de todo.
Si está bueno, es amargo, entra bien, y es muy divertido encontrarte tropezones en otro sitio que la sopa. En algunos lugares se decora cual jardín de vivienda unifamiliar, y se han dado casos en los que el consumidor ha encontrado un amable gnomo de colores y barba, fabricado en escayola, en su copa de balón). Ahora de repente todo el mundo quiere esas botellas de diseño y detectar los toques de enebro que contiene, mientras miran de reojo los movimientos de su tarjeta.
Por el camino de la modernez nos bebimos el ampersant. Sí hombre, el signo ese que parece un boceto de un ocho, y que se pronuncia and en inglés. Nos lo debimos de beber en un momento de ansia y actualidad, porque en nuestro país se dice gintonic, a diferencia del resto de la galaxia.
No hay otro sitio igual.
Fotografía & asesoramiento: Iván Villegas.
Primera colaboración con Stomako, un blog para chuparse los dedos.