Campana extractora

Por Hugo Clemente
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Tiene que estar mal.

El sensor de esta alarma se dispara con dos tiras de bacon.

No puede ser el primer mundo.

Quizás para un 3% de la población lo sea: ponen cuernos de reno hechos de fieltro sobre el capó de sus Teslas en cuanto arranca diciembre. En casa no tenemos extractor de humos y la sirena antiincendios nos perfora el oído.

Que levante la mano quien tenga campana extractora.

En Alabama.

En Arizona.

En Idaho.

En Illinois.

En Iowa.

En Massachusetts.

En Minnesota.

En Nebraska.

En Ohio.

En Oklahoma.

En Utah.

Si una campana extractora te quita el sueño, trata de conciliarlo contando los escalones de un pódium.

En 1952 Alfred Savuy acuñó al tercer mundo.

Se refería a los países que no pertenecían a ninguno de los bloques enfrentados en la guerra fría.

Primero

vs

Segundo

Las amenazas corren más rápido que las palabras que las componen.

Hago bailar la sartén mientras un 3% de ensueño come espelta o marshmallows y mi ropa y mi cama cogen este olor a fritanga que me delata en la calle.

Como me delata en:

Interior. Oficina. Día.

Como la alarma antiincendios.

Como me delatará el vecino si puede.

¿Cómo va a ser esto el primer mundo?

Si al muro de Berlín le quitaron los tatuajes con láser.

Si las arterias se obstruyen de coches con un solo ocupante.

Si nadie se pone enfermo a menos que pueda pagarlo.

Si a pesar de los ochenta y los muertos, este invierno, que llega en febrero, la heroína marca tendencia en cocinas a oscuras sin campana extractora.

Si el saludo se las da de obsoleto en rellanos.

Si el KKK va a celebrar no sé qué.

 

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