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SECAS
El odio, translúcido y pardo, se vende por frascos en los colmados. Sesenta mililitros de condimento que, al tomarlo, permite salpicar mientras hablas, cubrirte la cara con chaqueta en las inmediaciones de los juzgados, y seguir pateando cuerpos inertes en el suelo.
No había otra cosa en tu lista de la compra. Quedaba un solo bote en la vitrina. La etiqueta tricolor, sucia de gotas secas, a punto de caer en manos de una señora medicada que chillaba fuerte.
Sonreíste. Te acordaste del picante. Desafiaste los ojos de la doña. Enseguida le cediste el bote como buen bastardo.