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El amor es lo que tiene, desmesura.
Sin importar el pájaro, tú lo achuchas fuerte y cuando te vienes a dar cuenta, el muy desgraciado ni te respira.
Ella masticaba el último cuando forcé su puerta.
Aún escupía plumas.
Armada con una macheta sangrante, en vez de alzarla, la escondió a su espalda.
Miré bajo el colchón.
Sonrió mientras cerraba las ventanas.
Se le encendieron los ojos.
Quería enseñarme su casa, que me dejara querer.
Vi los barrotes de oro.
pero a mi los barrotes, ¡Qué va!