Los escritores (c.)

Por Hugo Clemente
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El equipo de investigación se rascaba la cabeza.

Alineados como los hermanos Dalton, cada uno rascaba la cabeza del siguiente hasta llegar al comisario.

El agente con guantes, el del colon irritable, examinaba el teléfono del suelo. Mal colgado, con el cable arrancado de la pared y la pestaña partida, impedía que llegara cualquier señal externa.

 Teníamos miedo.

 Claro que nos gusta el arco iris, pero nadie quiere que acabe en su rellano.

Cogí a mi familia y salimos de la ciudad.

Después supe que cerraron cada uno de los bares donde entraron. Si no llegaba la comida a tiempo ellos hablaban de gatos, de hielo o bailarinas, si llegaba fría perdían más vino, si cerraban las puertas del local, llamaban, insistían en pagar y demostraban sus encantos.

ros idiomas y una de las constantes es compartir cs supe que cerraron cada uno de los bares donde entraron. Si no llegaba la comida a tiempo ellos hablaban de gatos, de hielo o bailarinas, si llegaba fría pedían más vino, si cerraban las puertas del local, llamaban, insistían en pagar y demostraban sus encantos.

 Igual eran ricos.

La gente que no necesita monederos, eso sí que no nos gusta nada.

Reclamábamos justicia…o venganza…ahora ya no sé.

 Se cogían de la mano sin la tensión de los concursos de ganado, tal y como cogen los argentinos, con el cuidado de un ciego que ayuda a otro ciego a esquivar los cepos en la ladera nueva.

 El comisario vendía pieles sin conocer los bosques y ellos, dóciles, rechazaban con parsimonia su inmenso poder.

Creímos que si lograban separarlos sería más fácil, así que se urdieron trucos, trampas, trabajos, pero, cada vez, ellos se despedían sin rechistar. Cada adiós parecía un no has cambiado.

 Entonces se esfumaron.

 Cuando nos dimos cuenta no quedaba sino ese malestar chispeando en los vecinos.

Quisimos nombrar aeropuertos en su honor pero no tenían nombre.

Indagamos.

Pistas falsas.

Una mañana de escarcha un testigo admitió haberlos hospedado.

No le habían atacado a pesar de sus sonrisas.

Trató de darles largas mientras ellos se hacían fuertes en una habitación con baño.

Le advirtieron que si no les dejaban pasar aquella noche juntos, de los mástiles colgarían cabezas descoloridas de mascotas a su paso, que las luciérnagas se extinguirían contra los embarcaderos de Koh Pha Ngang.

Que eran escritores.

Que les dejáramos tranquilos, y nadie saldría herido.

 

 

Para ver y conocer el tanque que contiene Keroxen:

http://elpais.com/elpais/2014/10/25/album/1414244817_253385.html#1414244817_253385_1414246449

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/10/24/actualidad/1414151122_460920.html

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1 Comenta

luigi diciembre 17, 2014 - 6:56 pm

Querido Hugo… ¡¡Este dominio de la imagen hecha léxico y esta capacidad para la contradicción… ese uso del pretérito…!! … Me flipa que seas tan buen pintor.
De verdad que tienes en mí a un gran admirador.
Esta serie de “Escritores” me está alucinando, ¡¡Qué belleza!!! ¡Cabrón!…
Estoy orgulloso de tí. Un abrazo muy fuerte.
Luigi

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