Asunto tuyo

Por Hugo Clemente
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Pues eso es asunto tuyo, dije arrastrando  la silla al levantarme para que chirriara. Antes de pegar un portazo volví a mirar su sonrisa esculpida en convenciones regionales, y su corbata de diseño, pequeña, estrecha, ínfima licencia a la libertad que su modus operandi le permitía.

Aún le parpadeaban los ojos tratando de desdecirse de aquella ristra de dientes marcada a fuego.

-Yo tampoco tengo contrato mercantil, y fíjate  bien, estoy a este lado de la mesa, lo que significa que si resultas seleccionado yo sería tu jefe-. Marcó con dos dedos de cada mano las comillas de los que no saben usarlas. Cuando jefe se refiere a jefe, no lleva.

-Sería tu jefe, aunque yo prefiero decir supervisor, o coordinador, o gestor, o motivador. Fíjate, yo que seré  tu jefe (esta vez omitió las comillas) tampoco tengo un contrato, sino mercantil y mi sueldo está completamente comisionado…..

-Búscate un trabajo en condiciones, anda-. Ya bajaba las escaleras a zancadas, esquivando uñas mordidas, tratando de olvidar el timbre de voz de la  secretaria, tratando de no olvidar que cadena muscular interviene en mi sonrisa de candidato en pleno proceso de selección de personal para la mañana siguiente, obcecado en la promesa de no dejarme atrapar por ninguna oficina cuyo mayor adelanto tecnológico, cuya mayor inversión en movilizado fuera una trituradora de papel del tamaño de un quiosquito de prensa.

Me engañaba a mí mismo de la misma manera en que mentía a los demás. No buscaba cualquier cosa.

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