Una hostia de campeonato

Leticia Bufoni se da una hostia de campeonato. Cae a plomo tras tropezar con una barandilla después de volar varios metros por el aire en una competición en pista cubierta. Leticia Bufoni es la skater más conocida del circuito profesional. Toda la secuencia es grabada por varias cámaras de alta definición desde distintos ángulos. Apenas unos meses después, una marca de auriculares convierte el accidente, convenientemente editado en formato épico-documental, en un anuncio en el que la superación, la ambición, el éxito a través del esfuerzo, la figura excepcional de estrella del skate femenino, sus tatuajes, pero, sobre todo, su sponsor, no se pierde de vista por el espectador durante un solo instante. El hastag correspondiente es #roadtogreatness. Leticia Bufoni tiene que aguantar agravios comparativos cada vez que plancha un truco nuevo. Los comentarios en las redes hablan, sobre todo, de su culo. A mí ya me gustaría tener una centésima parte de su flow, de su pop o de su arrojo. Será por eso que me da cien patadas verla convertida en hombre-anuncio. Qué lejos quedan las polémicas campañas de Benetton con enfermos agonizantes de sida. Muy lejos en el tiempo pero, sobre todo, en intimidad e ignominia.

Un espectador del campeonato es el skater profesional Njiyah Houston -que se compró un Lamborghini Aventador el mismo día en que firmó su primer contrato con Nike- Houston dice en el vídeo que nunca había visto una caída tan aparatosa como la de Leticia (La hostia efectivamente se las trae). Un momento, Njiyah. ¿En serio? ¿Nunca has visto Hall of Meat o a tus amigos en una mala tarde? Lo que no habrás visto nunca es una caída tan rentable.

(AVISO: Lo de Hall of Meat es MUY DESAGRADABLE)

Apple saca un reloj que es la hostia (y ya van…), que se convertirá en tu amigo inseparable, con el que te irás a surfear y gracias a él podrás contestar la llamada de tu amigo Yumi al salir de un tubo. LAs imágenes son impresionantes pero el slogan es aterrador: The freedom of cellular.

La libertad, para la máquina.

Podría no haber vuelta atrás.

Podría ser el apocalipsis.

No alarmarse. Podría ser el apocalipsis o la cena de los idiotas.

Estamos a poco más de dos años de que surf y skate se conviertan en deportes olímpicos en Tokio 2020 junto a los bolos y el squash entre otras disciplinas seleccionadas.

Aunque técnicamente se consideren deportes, ni el surf ni el skate son juegos ideados para que una persona o un equipo se imponga sobre otro. No considero del todo que patinar o ir a por olas sean deportes, sino más bien enfermedades benignas que requieren de grandes cantidades de esfuerzo, práctica, aptitudes, técnica y cuando se es afortunado, talento. Actividades maravillosa cuando se comparten, pero en sí actividades individuales, en las que no hay equipo, ni portería, ni hinchada sobrevenida y eso siempre gusta. Además, tanto en el surf como en el skate hay algo fundamental y prácticamente imposible de evaluar por jueces imparciales: el estilo.

La elegancia es una forma de energía.

Ahora, con toda esta urgencia olímpica y mientras el paisaje se cubre de escuelas, federaciones y skateparks para que los ayuntamientos salgan en la foto del circuito local, nacional, continental o mundial, dependiendo del presupuesto, vemos como algunos nombres en nombre de este neoliberalismo feroz y hambriento que después de cubrirlo, al paisaje lo deja desolado. Un caballo de Atila con un logo marcado a fuego y, calle por la que pasa, no vuelve a crecer la acera. A cambio montan un polideportivo en el que celebran un campeonato y lo llaman Street League en un espacio construido que simula una calle aunque sin impurezas. O plantean cambiar la World Surf League para que cada vez se parezca más a la Super Bowl. Por supuesto, el nuevo status olímpico tiene sus ventajas: enseñar técnica y modales a los nuevos practicantes es algo fundamental, también el apoyo al deporte base, la formación reglada y la posibilidad de crear una cantera, la paridad de género, instalaciones y medidas de seguridad adecuadas, posibilidad de promoción en categorías y, para muchos, poder convertir lo que la publicidad insiste en llamar un estilo de vida en una forma de ganarse la vida. Aunque como consecuencia de todo esto se le está vaciando de sus contenidos fundamentales: la cultura del hazlo tú mismo entroncada en la autogestión y la no dependencia de un estado para el que cuando no somos molestos, somos insignificantes, la reinterpretación y reapropiación de espacios urbanos y naturales o la posibilidad de medirte con la naturaleza o la gravedad sin que medie violencia o sumisión. Cuando se vacían de contenidos (algunas de estas marcas los han sorbido como cabezas de gamba), cuando se emplata en polideportivos o en eventos que parecen más regatas que ejercicios de expresión, le estamos dando la patita a una forma feroz de hacer negocio y ver el mundo, que siempre anda con hambre y a la que no le importa mucho ni el origen ni el sentido.  Nike no es más que un ejemplo o el logo que vampirizó a una Leticia convaleciente.

Las propias tiendas, míticas, referenciales, pequeñas, ratoneras muchas veces, también van desapareciendo dejando paso a grandes superficies impolutas, con amaderados olores de ambientador en zonas gentrificadas de las ciudades, en centros comerciales, en outlets y, como no, en El Corte Inglés.

Llevo días preguntando a algunos de mis  riders de confianza, al dueño de una de las tiendas más antiguas de la Costa Este, a gente que quiero y con la que disfruto en el agua o en las rampas y me gusta mucho lo que oigo. Pensamiento crítico, optimismo, refanfinfle. Básicamente nadie cree que las olimpiadas le vayan a cambiar la vida. Que se llenan las playas, pues a madrugar. Que no te gusta una marca, pues no la compres. Se puede hacer muchísimo como consumidores. Cada elección de producto es un acto político. El consumo es uno de los escasos espacios de representación en los que aún tenemos cierta relevancia. Como practicantes, podemos ejercer el consumo responsable e incorporar conceptos y actitudes del comercio justo también aquí. Negarnos a ser geolocalizados mientras estamos en el agua, por ejemplo. Devolverle al surf y al skate la esencia o protegerla del peligro de extinción.

Haz algo o just don´t do it.

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