Happy Allston Christmas

Septiembre es el mes en el que en Boston el invierno aguanta 5 minutitos más en la cama aunque ya le esté sonando el despertador, las hojas de los árboles se tiñen de rubio, 200.000 graduados se marchan para ser sustituidos por 200.000 universitarios recientes con cara de espanto y surge, de pronto, una navidad aparcelada por barrios.

 

Allston Christmas, Brighton Christmas, Cambridge Christmas, y así.

 

Mientras los pisos vuelven a ocuparse el uno de septiembre (por un bando municipal que le echa la culpa de todo a los estudiantes pero que impide alquileres anuales que no giren en torno a este mes), las calles se obstruyen con pequeños camiones de mudanzas, idénticos y alineados,  con familias acompañando desde Wichita a hijas que empiezan biología, con  mucha basura y, sobre todo,  con  todo tipo de enseres, muchos de ellos en un estado admirable.

 

Al irse llenando la calle de somieres y estanterías comienza la celebración ya que, una vez se abandonan en la calle, quedan a disposición de quien pase. Aprovechando el buen tiempo que queda y el olor del inicio de algo, los supervivientes de la masacre de la clase media nos dedicamos a pasear en parejas o pequeños grupos con nuestra lista de la compra o, aún mejor, con nuestras wishlist en busca de la pieza perfecta que llevarnos a casa. Este año ha sido un sofá de dos plazas, tapizado de blanco. Lo encontré volviendo a casa. Corrí hasta dar con mi compañera de piso y nos fuimos enseguida a por él. No hay que pensárselo mucho; los muebles van que vuelan en estas fechas tan señaladas. Nos lo llevamos a casa subido de canto en un monopatín. Como sabemos, el capitalismo salvaje también sabe hacer poesía.

 

Cada año mi patrimonio aumenta después de hacer una buena limpieza en seco del tapizado de un sofá o de fregar a conciencia la loza que acabo de heredar y así, nos cargamos unos a otros de energía para el semestre. Lo de las fechas señaladas no era un decir. Justo después llega Labor Day, el primer lunes de septiembre que, se ponga como se ponga, es uno de los pocos festivos del año. Esto significa que en algunos establecimientos se acorta unas horas el horario comercial y, básicamente, no hay clase. Labor Day conmemora el triunfo de los sindicatos -ya abolidos- al imponer la doctrina de las 8 horas: 8 horas de trabajo, 8 horas de vida, 8 horas de sueño, que como todos sabemos está hoy más vigente que nunca.

 

Este es mi tipo de navidad. Nos hace sentirnos individuos antes que sistema al menos mientras nos dedicamos a reciclar sin adoctrinamiento o intermediarios. Da gusto ver como los mejores muebles no se apilan o cubren bajo bolsas de basura en la urgencia de la mudanza, sino que se colocan con cuidado a la vista de los vecinos para que se lo lleven en el mejor estado posible. A veces hay carteles de funciona sobre las pantalla de un televisor o sobre una impresora y da casi el mismo gusto encontrar un mueble que descubrir que el que tú sacaste de tu salita, ya no está en tu puerta por la mañana y que su nueva vida ya habrá comenzado.  Como todos sabemos, septiembre es muy de zonas cero y este sistema, feroz, pero mientras dura la navidad de Allston y arranca septiembre, las calles vuelven a ser de quienes las caminan, los ceros suman y los hombres silban y bailan con muebles.

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