La abuela Xisca y sus gafas de ventisca

Imagínate a la abuela Xisca en su casa empezando a preparar la cena. ¿Que quién es la abuela Xisca? Pues la abuela de Ana y Joan y la madre de Tomeu, que es el marido de Cati. Siempre va muy elegante aunque no tenga visita, pero es que hoy viene toda la familia a hacer dos cosas muy importantes: preparar unos crespellsy jugar al amigo invisible. Suenan villancicos en la radio y en el pasillo hay un árbol de Navidad esperando a ser decorado. Bajo el árbol hay una caja llena de bolas, luces y tiras de espumillón fucsias, verdes y rojas.

Se pone el delantal. Coge una tabla de madera. Va a su cuarto, abre un cajón y saca… ¡unas gafas de ventisca! Las mismas que usó las Navidades pasadas cuando nevó en Deià y toda la familia salió a jugar al jardín. Después hicieron una guerra de bolas de nieve y allí se dieron cuenta que era la que mejor puntería tenía. La abuela Xisca —con sus gafas de ventisca puestas—entra de nuevo en la cocina, coge un cuchillo y chás-chás-chás-chás, pica la cebolla y después la deja en un cuenco. 

Enseguida suena un claxon y, claro, se asoma a la ventana y se pone muy contenta al ver bajar del coche a Cati, a Joan, a Ana y a Tomeu. El cielo se ha llenado de nubes y, como está anocheciendo, tiene unos colores increíbles. 

Cuando la abuela Xisca abre la puerta, el resto de la familia pone cara de sorpresa. Se quedan en silencio unos instantes y se echan a reír. Ella los mira muy extrañada.

 —¡Abu! Pero, ¿por qué llevas esas gafas tan grandes? —dice Ana.

—¿No son las del año pasado? —pregunta Cati.

—¡Aaaaahhh! —La abuela Xisca no se ha dado cuenta de que lleva las gafas de ventisca  puestas. Sonríe y se las quita.

—Es que me van genial. Me las pongo en la cocina y así no lloro cuando corto cebolla.

Fuera hace bastante frío. Entran en casa, se quitan los abrigos y se quedan frente a la chimenea calentándose las manos. 

—Qué a gustito se está junto al fuego— dice alguien. Ana y Joan corretean por toda la casa y Tomeu abraza a Cati. 

—Abu, ¿cuándo vamos a hacer crespells? —dice Ana tirando del delantal de la abuela Xisca de camino a la cocina. Les sigue Joan que, como va mirando el móvil, tropieza con Ana.

—¡Uy!, Y ¿no será mucho trabajo, Abu?  

Tomeu los mira y exclama: 

—¡A la abuela no se le resiste nada! —justo cuando acaba de decirlo, le llaman por teléfono de la oficina.

La familia Riera ha traído todos los ingredientes para hacer su postre favorito. Aún faltan unos días para la Nochebuena pero hoy harán crespells y jugarán al amigo invisible. Es uno de los momentos más divertidos de toda la Navidad porque no saben quién les hará un regalo ni a quién les tocará hacérselo. La cocina es bastante grande y cabe toda la familia con los delantales puestos. Joan bate las yemas después de separarlas de las claras, Ana amasa la masa, Cati prepara la bandeja del horno y Tomeu ralla la corteza de un limón hablando por teléfono.

El horno está caliente y las galletas con forma de estrella colocadas encima de la bandeja. Sólo hay que meterlas un rato y estarán listas para comer.

La abuela Xisca pregunta mientras se quita el delantal:

—¿Cuántas hemos preparado?

—Treinta, Abu. ¡Son muchísimas!

Cuando ya están en el horno, toda la casa empieza a oler muy dulce. Ahora sólo hay que esperar a que se hagan. De pronto, Cati señala la nevera. 

—Anda, ¡mirad lo que hay ahí!

En la puerta, sujeta por un imán, está la postal de este verano. Ana y Joan mandan una postal a la abuela cada vez que van de vacaciones. Bueno, no es exactamente una postal sino un dibujo en una cartulina hecho por Ana y por Joan para la abuela Xisca. En la parte de atrás siempre le cuentan algo del viaje, después le ponen un sello y se la envían. Tiene un dibujo de Menorca y al fondo se puede ver el mar. Cuando están a punto de darle la vuelta, para recordar lo que escribieron, Tomeu cuelga el teléfono y sonríe porque ha terminado de hablar con la oficina.

—¡Qué bien huele aquí! ¡Madre mía! —y le da un achuchón a Xisca, que es su madre —Por cierto, ¿no habíamos quedado en elegir hoy el amigo invisible? 

La abuela Xisca se pone muy nerviosa cuando sabe que le van a regalar algo. Pero  todavía más cuando tiene que hacer un regalo porque, igual que cuando juega con sus nietos a tirarse bolas de nieve, le encanta acertar con esa  puntería que tiene. Mira a los demás por encima de las gafas —de ver— que le llegan a la punta de la nariz y se pone a pensar:

…A Cati…mmm… si me toca Cati, le regalaré un gorro de lana con una borla. Pero si es Tomeu, iré a una librería a ver si su escritor favorito ha sacado un libro nuevo. Vamos a ver…a Joan…mmm…Qué difícil…Ah, ya sé: un puzle de muchas piezas que le encantan y, además, así dejará el dichoso móvil un ratito y a Ana… Si me toca regalarle a Ana…algo para pintar…¡una caja de acuarelas! 

Ya han sacado las galletas del horno. Joan y Ana buscan un tarro de cristal para guardarlas mientras esperan a que se enfríen y Tomeu se pasea por la cocina con los ojos cerrados, inspirando muy fuerte por la nariz.

—Mmmmm…¡cómo huele!— y se acerca  de puntillas hasta la bandeja a coger una. 

—Eh… ¡qué morro! — le dice Joan.

—Déjame probarlas, andaaa…que hay un montón, ¿a ver? —Tomeu se pone a contarlas. 

—Hay 30— dice Ana. 

—Uy, de eso nada. Aquí hay 27.

—¿Cómo?¡Si había 30 hace un momento!

Pero, entonces…¡¿quién se ha comido las galletas?!

Cati dice que no ha sido. Ana dice que tampoco. Joan se encoge de hombros y, cuando  todos se giran mirando a la abuela Xisca, ella se limpia un poco con la mano y dice:

—Bueno…podemos hacer más…

Aún tiene miguitas alrededor de la boca. Toda la familia Riera ríe con una risa muy contagiosa.

—Xisca, te hemos pillado con las manos en la masa—dice Cati acercándose a coger otra galleta.

—¡En la masa recién salida del horno! —A Joan se le escapa un gallito tratando de  poner voz de mayor. Entonces toda la familia se pone a comer galletas. Están deliciosas aunque no les haya dado tiempo a espolvorear el azúcar por encima.

Antes de meter los crespells que quedan en el tarro de cristal, a Ana se le ocurre una idea estupenda.

—Y, ¿si usamos el bote para hacer el sorteo del amigo invisible?

Así que, cogen unos trozos de papel, ponen todos sus nombres, los arrugan hasta hacer  con ellos unas bolitas, los meten en el bote de cristal y lo agitan. 

—¡Qué ilusión! —dice Cati y cada uno mete la mano y saca un papel. Ya está. Ya saben a quién les toca hacer un regalo y dentro de unos días volverán a quedar en casa de la abuela Xisca para dárselos.

Después de comer crespells, vuelven a coger la postal que estaba encima de la mesa. Les quedó muy bien el dibujo de la playa junto a unos acantilados. Tomeu le da la vuelta y, entre todos, leen lo que le escribieron a la abuela Xisca este verano:

«Querida Abu, te echamos de menos. La playa es muy bonita y el agua está buenísima… ¿Te imaginas que vuelve a nevar este año en Navidades, cuando nos veamos?

Besos.».

 —Qué ocurrencia— dice Cati y Tomeu se ríe, pero la abuela Xisca mira a Ana y a Joan  con los ojos muy abiertos. Los niños se levantan y corren hasta la ventana de la cocina.

¡No puede ser!

Se ha puesto a nevar.

Este año también.

¡En Mallorca!

Ana y Joan salen disparados a por las gafas de ventisca de la abuela Xisca, cogen sus abrigos y marchan dando saltos camino del jardín.

— Míralos, qué bien se lo pasan juntos— dice Tomeu.

— Hay que ver lo que han crecido estos chiquillos —contesta la abuela Xisca y, cuando se abrazan, a Cati se le encienden las pecas de los mofletes. 

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Texto: Hugo Clemente

Ilustración y diseño: Minter Creative

Edición: Diciembre 2021

Depósito Legal: PM00917-2021

Impresión: Imprenta Bahía S.L.

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