Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión.
La sobrecargo tumbada en tres asientos de pasaje, hojeaba un diario con los pies en alto.
Cuando al final de temporada, acababan los chárter, y traían el avión vacío a casa, adoraba su trabajo.
El descenso comenzaría en una hora.
En la cabina de mando, la sonrisa de Elena buscaba los ojos del comandante tras las Ray-Ban.
-¿Quiere tomar algo?-
La brújula osciló levemente.
– Quisiera tomarme… ciertas libertades.
Sólo entonces, la estela del Airbus comenzó a desviarse dibujando un arco suave pero firme.
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