Doctor Lavista, 189. 06720 Distrito federal. México

Arrodillada no se le ocurría otra cosa que rezar.

Murmuraba escondida bajo el mantón y la máscara.

Las cuentas del rosario volaban entre sus dedos.

La lucha es siempre libre y quién sabe si optativa.

El edificio olía a vestuario, a derrota, a lesión.

Saqué las ganzúas y comencé a abrir taquillas.

Olían a sangre, olían a arena.

Rezaba por quedarse como estaba.

Olía a cirio, olía a mirra.

Rezaba por poder seguir rezando.

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